sábado, 11 de enero de 2020

Donando plasma


Tres meses después de mi donación de sangre me llamaron de Sant Pau para donar plasma, en ese momento les dije que no podía, ellos me indicaron que cuando pudiese les llamase pidiendo hora dado que para donar plasma es necesario una maquina.

Aprovechando que tengo una amiga ingresada decidí pasarme ayer para pedir hora para lo del plasma, caminando por Sant Pau ví un cartel donde indicaban que si se donaba sangre el 23 o 24 de abril regalaban una rosa y un libro.

 Cuando estaba en el banco de sangre le comenté al enfermero que venia para una donación de plasma este me indico que tenían la maquina libre y podía ser ya mismo, en principio le dije que no, que me diese hora para otro día, aun así aprovechó para explicarme como es el proceso que en resumen consiste en que una maquina va sacando sangre, una vez extraída separa el plasma de los glóbulos rojos y te devuelve la parte colorada de la sangre y se queda el plasma. Teoricamente solo te puede dar algún pequeño mareo o un picor, pero al no quitarte glóbulos rojos no tiene que haber ningún problema. En total te sacan unos 600 ml de plasma mientras que de sangre suelen sacar unos 450 ml.

Una vez que me lo explico todo tome dos decisiones una no muy buena y una un poco mejor, la primera decisión fue cambiar de opinión y decidir que hacia la donación en ese momento sin esperar a Sant Jordi y la otra decisión era si primero iba a visitar a mi amiga y después donaba o viceversa, escogí por suerte primero donar sangre.

Una vez conectado a la maquina todo iba bien, firme una autorización y mientras me sacaban el liquidillo colorado hicieron un análisis de sangre bastante completo (cosa que no hacen cuando se dona sangre) en el cual todos los parámetros estaban correctos: colesterol, glóbulos rojos, etc.  Hasta me hizo una foto y firmé una cesión de derechos de imagen, la foto (que podéis ver debajo) según me dijo era para hacer un cartel solicitándome que sonriese para así animar a la gente a donar plasma.

Terminado todo el proceso me comí un pastelito de arroz y chocolate, una madalena y un zumito, tan tranquilito como siempre que dono sangre.

Después fui a ver a la coleguilla a su pabellón y una vez estaba yo allí tan campante me empiezo a encontrar pez, me siento en un sofá pero la cosa no mejora, decido ir al lavabo y sentarme allí pero la cosa va a peor, ¿Sabéis esa sensación de mareo que ocurre cuando estando sentados nos levantamos muy deprisa? Esos dos segundos en los cuales se nubla la vista, pues así me sentía yo, solo que en vez de dos segundos eran dos minutos, aparte un sudor frío recorría todo mi cuerpo y la cosa no mejoraba, llame a la alarma y aparecieron un montón de enfermeras que nada mas verme y explicarles que había donado sangre me estiraron en el suelo y un par de ellas me levantaron las piernas. El método fue mano de santo, me recupere casi inmediatamente, aunque estuvieron unos minutos aguantándome las patas con no se cuanta gente mirándome, ese era el momento para haberme hecho otra foto y también colgarla en el banco de sangre en plan antes y después, mientras las enfermeras hablaban entre ellas:
-Que blanco que está este chico.
-Si que lo está si, pero es que el ya es blanco.
Finalmente me levanté, me dieron otro zumito y aunque un poco grogui ya pude valerme por mi mismo.
Una vez recuperado volví al banco de sangre a reclamar y me dijeron que igual beberme un solo zumo había sido poco, que el cuerpo ha perdido bastante liquido y se ha de reubicar, posteriormente me recordaron que en junio me esperaban para otra donación de plasma, a la que por supuesto que iré, que tengo ganas de saber si esto me pasaría otra vez o no.

La verdad es que supongo que me ocurrió todo esto por que ayer no desayune lo suficiente se me acabo la leche y mi normalmente gran tazón de Nesquik con galletas mermó un poco, tendría que haber zampado algo mas, aunque la ultima vez que done sangre lo hice a la hora de comer y no tuve ni un ligero mareo.

Bueno, volveré.

sábado, 4 de enero de 2020

Viaje animado en autobús


Un día del verano pasado me encontraba en la parada de autobús  disponiéndome a volver a  mi dulce hogar, esperando junto a mí se encontraba un grupo de niñatos que bastante excitados se disponían a coger un bus, rápidamente deducí que se dirigían a mi barrio y no precisamente para comprar en el Bauhaus.
Una vez vino mi bus se confirmó mi teoría y subieron detrás de mi (obviamente sin pagar), yo me senté en contra dirección y ellos enfrente mío, de los tres uno destacaba por su estupidez, era un bravucón que ya se empezó a meter con la gente de la calle, aunque pensándolo bien los otros dos que iban con él aun pareciendo más normalitos solo por el hecho de ir con semejante compañía no podían ser muy listos.
Pues heme aquí que mientras el viaje continuaba escuché la frase “¡Eh, gafotas, no me mires de reojo!” y como no venía de quien me imaginaba.
Yo no dije nada, tíos con voz de chulo en mi barrio se oyen un montón y ya estamos curtidos, tanto que los bebés de la Zona Franca no tienen un “Gusiluz” en el barrio lo que se estila es el “Yonki luz” que además dice frases típicas “¿me das un cigarro?¿es peor pedir que robar”, etc.
Al tipo no le hice ningún caso, seguí mirando enfrente, que era mi posición natural; pero al lado mío había un asiento de cuatro personas donde estaban unos latinos (pareja de treinta y pocos y joven de unos deicesis años) que decidieron intervenir en la charla:
-Eh, ¿Por qué te metes con él? Que pasa, ¿que te metes con el que no puede?
¿Comol? Pensé yo.  A ver, lo de gafotas tiene un pase pero “’el que no puede” me dolió y eso que venía  de unas personas que se suponían que me estaban defendiéndome.
A partir de entonces se montó una discusión entre el abusón y los latinos, “que te voy a dar” “dame si te atreves” y yo en mis pensamientos “ ¿Cómo que el que no puede?”
Así estuvieron un rato hasta que decidieron citarse para arreglar sus discrepancias a leches. Y aquí ya la cosa fue de lo más surrealista:
-Pues nos bajamos del bus.
-Pues a la calle.
-Yo me bajo en la Plaça del Nou, os bajáis.
-Nosotros en Foneria, bájate con nosotros.
-No, bajaos en la Plaça del nou.
-Bájate tú en Foneria.
Yo flipando,  a ver, antes las cosas eran más sencillas, la gente decía “vamos a la calle” y se iba inmediatamente, pero no, estos parece que no conseguían ponerse de acuerdo para citarse.
Finalmente y después de muchos gritos mis defensores decidieron bajar del bus en “Plaça Espanya”, o sea unas siete paradas antes de la de “Foneria”,  parece que la presión pudo con ellos….
Yo como no, me seguí quedando en el bus mirando hacia adelante,  el miedo es un sentimiento poderoso, pero en un servidor la vagancia lo es aún más y no pensaba bajarme más que en mi parada que por suerte no era la de “la Plaça del nou” con lo cual continué en mi sitio hasta mi destino, al que llegué sin ningún problema ni ningún comentario de mi “amigo”, al cual en mis pensamientos le deseé que la dosis de esa noche fuese la ultima…

viernes, 3 de enero de 2020

Mi último examen


Como hace tiempo que no escribo nada aprovecharé para contar una historia que me ocurrió hace unos cuantos años que he titulado “Mi último examen” bueno mas que examen fue un test psicotécnico.

En una temporada que estaba en paro el INEM me ofreció trabajar para la SEAT, como desconocía si rechazar un trabajo podría acarrearme consecuencias decidí aceptar y someterme al proceso de selección.

Trabajar en la SEAT me daba cero perspectivas de futuro, es como cuando mi hermana me recomendó que trabajase en la Miniwatt de la Philips de mi barrio, como si tal curro fuese una bicoca que me iba a solucionar la vida, solo deciros que actualmente el edificio que ocupaba dicha empresa es la tienda de deportes WALA y no es porque la Miniwatt se haya trasladado de lo bien que le iban las cosas.

Pues con estas me encontré que un día me llegó una carta informándome de que había sido seleccionado para realizar una prueba y del lugar donde tenia que ir para hacerla, por suerte dicho sitio se encontraba a UNA manzana de mi casa, que menos, ya que me hacen madrugar (8:30) al menos se portan y me lo ponen cerquita.

Bueno, una vez llegado el día y al lugar nos explicaron que el curro era en la cadena de montaje de Martorell (yo que lo mas cerca que he estado de una cadena es la cadena del  water) y el horario (turnos rotatorios de mañana, tarde y noche).

Posteriormente  nos pasaron el test psicotécnico, en ese momento ya había decidido que ese curro no era para mí, pero aun así me puse a hacer el examen más que nada por entretenerme un poco. Este cuestionario era un rebuscado compendio de preguntas para descubrir posibles sindicalistas o culturetas infiltrados con cuestiones mas o menos como estas “¿Cuándo estas en un bar con un grupo de personas eres de los que mas hablan?”  “Entre un cuadro y una llave inglesa, ¿que prefieres?” en esta me plantee poner una anotación aparte que pusiese “Si el cuadro es de arte figurativo abstracto me quedo con la llave” o  “Depende lo que valga el cuadro”… Dichas preguntas se repetían “astutamente” durante el test…

Dado que lo que buscaba era suspender la prueba respondí a piñón, el examen en teoría tenia que durar hora y media y me lo estaba puliendo en cuarenta y cinco minutos, todo iba viento en popa hasta que me percate que alguien se me acercaba poniéndose a mi lado, el sujeto en cuestión era un joven inmigrante que con un paupérrimo castellano me pedía que le dejase copiar el examen. Claro, el chaval se debió percatar que en el aula había un tipo con gafitas de empollón que respondía las preguntas como si fuera una ametralladora de sabiduría y debió pensar, “me pongo al lado de ese, me copio y me aseguro el futuro”, lo que te aseguraste fue un futuro en la cola del paro chaval…

Con esas que iba a hacer yo, si le dejaba copiar estaba condenándolo a un suspenso asegurado, pero, ¿qué hacer? ¿decirle que no y encima de parecer empollón parecer un empollón repelente? Luego me esperaría en la calle e igual me pegaba, y ya me imaginaba la escena, yo en el Paseo de la Zona Franca recibiendo las collejas del sujeto mientras le suplicaba clemencia con frases como “No me pegues, que llevo gafas”…

Por su propio bien decidí que tenia que evitar que siguiese parasitando mis conocimientos, opté entonces por acabar cuanto antes respondiendo lo más rápido posible a las preguntas casi sin mirarlas, y él copiaba cada vez más rápido las respuestas, hasta que finalicé el examen y me fui mientras me ponía una cara de “¿por qué te vas?”.

Semanas  después me llego una carta donde se me indicaba que no había superado las pruebas y que mi perfil no encajaba. Que sabrán ellos, los que bien me conocen saben que los trabajos manuales se me dan de maravilla pero lo de levantarme a las 5 de la mañana para irme a la SEAT de Martorell ya era pedir mucho…

Dicho esto supongo que el destino de mi amigo el copión no fue trabajar en SEAT, se lo tiene bien merecido por hacer trampas.