sábado, 4 de enero de 2020

Viaje animado en autobús


Un día del verano pasado me encontraba en la parada de autobús  disponiéndome a volver a  mi dulce hogar, esperando junto a mí se encontraba un grupo de niñatos que bastante excitados se disponían a coger un bus, rápidamente deducí que se dirigían a mi barrio y no precisamente para comprar en el Bauhaus.
Una vez vino mi bus se confirmó mi teoría y subieron detrás de mi (obviamente sin pagar), yo me senté en contra dirección y ellos enfrente mío, de los tres uno destacaba por su estupidez, era un bravucón que ya se empezó a meter con la gente de la calle, aunque pensándolo bien los otros dos que iban con él aun pareciendo más normalitos solo por el hecho de ir con semejante compañía no podían ser muy listos.
Pues heme aquí que mientras el viaje continuaba escuché la frase “¡Eh, gafotas, no me mires de reojo!” y como no venía de quien me imaginaba.
Yo no dije nada, tíos con voz de chulo en mi barrio se oyen un montón y ya estamos curtidos, tanto que los bebés de la Zona Franca no tienen un “Gusiluz” en el barrio lo que se estila es el “Yonki luz” que además dice frases típicas “¿me das un cigarro?¿es peor pedir que robar”, etc.
Al tipo no le hice ningún caso, seguí mirando enfrente, que era mi posición natural; pero al lado mío había un asiento de cuatro personas donde estaban unos latinos (pareja de treinta y pocos y joven de unos deicesis años) que decidieron intervenir en la charla:
-Eh, ¿Por qué te metes con él? Que pasa, ¿que te metes con el que no puede?
¿Comol? Pensé yo.  A ver, lo de gafotas tiene un pase pero “’el que no puede” me dolió y eso que venía  de unas personas que se suponían que me estaban defendiéndome.
A partir de entonces se montó una discusión entre el abusón y los latinos, “que te voy a dar” “dame si te atreves” y yo en mis pensamientos “ ¿Cómo que el que no puede?”
Así estuvieron un rato hasta que decidieron citarse para arreglar sus discrepancias a leches. Y aquí ya la cosa fue de lo más surrealista:
-Pues nos bajamos del bus.
-Pues a la calle.
-Yo me bajo en la Plaça del Nou, os bajáis.
-Nosotros en Foneria, bájate con nosotros.
-No, bajaos en la Plaça del nou.
-Bájate tú en Foneria.
Yo flipando,  a ver, antes las cosas eran más sencillas, la gente decía “vamos a la calle” y se iba inmediatamente, pero no, estos parece que no conseguían ponerse de acuerdo para citarse.
Finalmente y después de muchos gritos mis defensores decidieron bajar del bus en “Plaça Espanya”, o sea unas siete paradas antes de la de “Foneria”,  parece que la presión pudo con ellos….
Yo como no, me seguí quedando en el bus mirando hacia adelante,  el miedo es un sentimiento poderoso, pero en un servidor la vagancia lo es aún más y no pensaba bajarme más que en mi parada que por suerte no era la de “la Plaça del nou” con lo cual continué en mi sitio hasta mi destino, al que llegué sin ningún problema ni ningún comentario de mi “amigo”, al cual en mis pensamientos le deseé que la dosis de esa noche fuese la ultima…

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